domingo, 29 de marzo de 2009

Mirada sobre los aspectos estructurales de la crisis económica

En nuestra última comunicación hablábamos del peligro de una evolución en L (caída y amesetamiento prolongado) de la economía norteamericana y para el caso, mundial, por varios años. Este escenario pareciera ser hoy más probable que entonces pese a fugaces rebotes en Wall Street y balances precarios de grandes bancos que contabilizan inciertos valores de “activos tóxicos”.

La próxima reunión del G20 abre algunas expectativas –tibias- de coordinación de instrumentos y las líneas posibles de un marco regulatorio hacia el futuro.

En lo que sigue hacemos una evaluación de las perspectivas del escenario internacional a partir de allí y un balance de las fortalezas y debilidades que detectamos en la Argentina para enfrentar esa circunstancia.


Qué puede esperarse en el marco internacional.

En el caso de que los planes en ejecución y los que se acuerden en la reunión de abril tengan éxito puede esperarse principalmente:

Persistencia de la contracción del consumo en los Estados Unidos como consecuencia del efecto “pobreza” por caída no menor al 50% en el valor de los ahorros, altos índices de desocupación (probablemente llegue al 10% o más en el pico) y paralelamente, incremento en la propensión al ahorro – que llegó a ser casi 0 en lo años felices en que China financiaba al consumidor norteamericano- , para compensar tanto el efecto pobreza del presente, como para reconstruir los fondos personales de retiro devaluados.

Así, el consumo tal como se conoció en las últimas décadas no se reconstruirá antes de mucho tiempo, pero se puede esperar que el consumo de bienes indispensables (fungibles, servicios básicos) se mantenga relativamente tonificado durante toda la etapa. En cambio se postergará la demanda de bienes de consumo durables y la de bienes de inversión atados a estas producciones y la de ciertos bienes suntuarios.

Habrá una depuración de los mercados financieros nacionales especialmente dramática en ciertos países como USA, UK y Europa Oriental, mientras que el efecto podría ser menor en aquellos con instituciones medianamente debilitadas de Europa Continental (Alemania, Francia) y mercados con pocas complicaciones como en Sudamérica. Igualmente existe en estos casos riesgos de arrastre por la extendida y opaca interrelación de la red financiera mundial.

Puede esperarse un papel más importante para el FMI y otras instituciones como Basilea pero las transformaciones estarán limitadas por la reticencia del Congreso de los Estados Unidos a transferir facultades soberanas.

En el curso de la reorganización inevitable del sistema financiero internacional deberemos cuidar que los sistemas financieros más debilitados que corresponden a potencias con mayor poder político no terminen trasmitiendo sus debilidades a las economías relativamente sanas financieramente pero mas débiles en términos de influencia en el mundo.

Existen propuestas e instrumentos (fortalecimiento en capacidad de prestamista de última instancia del FMI, expansión de su capacidad de apoyo al sistema financiero global, nacionalizaciones) para controlar posibles episodios agudos (Europa Oriental, UK), pero no está clara la existencia de la decisión política ni la coordinación necesarias para ponerlos en ejecución.

Un factor difícil de prever es el de las conductas colectivas en un contexto que se supone depresivo y que puede agravar o prolongar el escenario crítico (perfil en V o en L), lo que Arthur C. Pigou identificaba como “pesimismo infeccioso”


La perspectiva local: ¿tsunami o sudestada?

Existe consenso en que un canal privilegiado de trasmisión de la crisis internacional es el comercio y los flujos de inversión. Una recesión prolongada provocará que cada vez más gobiernos e industrias nacionales busquen “protección” en el proteccionismo. Ante una generalización de estas conductas la Argentina tendría más que perder que ganar. Debemos acompañar entonces la defensa de un sistema comercial no manipulado, pero al mismo tiempo no debe olvidarse que uno de los pilares del crecimiento desde comienzos de la década ha sido la reconstrucción del mercado interno.

Este logro debe ser defendido ante el dumping y políticas agresivas de mercado derivadas de una situación extraordinaria en los mercados y sobre todo en el mayor consumidor del mundo.

Los mercados de cambios se han comportado hasta ahora con relativa estabilidad, lejos de las devaluaciones competitivas sufridas en la década del 30. La Argentina especialmente, se ha comportado responsablemente, habida cuenta de los importantes deslizamientos cambiarios ocurridos en países vecinos importantes como Brasil y Chile.

La política cambiaria puede ser un instrumento de preservación del mercado interno, pero no debe conducir al establecimiento de “reservas de mercado” para productos de calidad dudosa, ni para lograr disminuciones encubiertas de salarios, ni para evadir la responsabilidad de las empresas en mejorar su competitividad mediante el cambio tecnológico y eficiencia en la gestión.

Debemos estar entonces alertas en defender el mercado interno tanto cuantitativa como cualitativamente combatiendo con igual fuerza el dumping externo como el atraso tecnológico, y las conductas que en nombre de un pretendido consumo “popular” menoscaben la calidad de los productos y servicios de consumo interno. Se trata de evitar tanto el dumping como el aislamiento. Se requiere tanto la defensa del trabajador como del consumidor locales.

Las circunstancias internacionales requieren especialmente de:

1. Un reconocimiento del grado de seriedad de la situación y sus posibles impactos en base a un análisis basado en hechos y cifras. El reconocimiento de fortalezas y debilidades del país.
2. Unas propuestas que potencien las primeras y tiendan a corregir las segundas.

Ya mencionamos lo primero. ¿Qué balance podemos hacer de lo segundo?


Las fortalezas argentinas.

Inexistencia de burbujas o apalancamientos financieros: los créditos bancarios al sector productivo representan menos del 10% del PBI y el crédito total es menor del 15%.

Alto nivel de participación de la banca pública en el sistema financiero, que permitiría aislar a productores y consumidores de coletazos indeseados de la crisis financiera mundial en la banca privada extranjera

Alta tasa de ahorro interno y baja dependencia de flujos de capital externo.

Capitalización del aparato productivo como resultado del alto nivel histórico de inversión en los últimos años

Tamaño del mercado interno adecuado a economías de escala para la mayor parte de los sectores productivos

Demanda relativamente inelástica para la mayor parte de productos de exportación

Diversidad aceptable en destinos de exportación.

Relativa posibilidad de sustitución en el mediano plazo de ciertas importaciones, por producción local

Monto y perfil de deuda externa controlables a corto plazo y compatibles con el tamaño actual de la economía.

Alto nivel de reservas, equivalentes a casi un año de importaciones, de acuerdo con la definición oficial, y un tercio menos de acuerdo con definiciones más conservadoras (47 o 33 mil millones según el cálculo que se tome)

Caída en los precios internacionales de insumos necesarios para la producción exportable,

Algunos de estos factores se ven reflejados en la persistencia de un superávit comercial que según diferentes previsiones privadas, se sitúa en el orden de los 4 a 10 mil millones de dólares, en este caso para nada alejado de los resultados gozados en los últimos años de bonanza.

Una situación fiscal ajustada pero distante del déficit que condujo a graves crisis en el pasado. Consultores críticos de la política oficial hablan de un resultado consolidado después de pago de intereses de entre -0,5 y +1% del PBI este año. Existencia de cierto nivel de subsidios eliminables sin costo social.

Nivel de tipo de cambio real todavía ajustable sin necesidad de tránsitos traumáticos.


Las debilidades

a) vinculadas directamente a la crisis

Situación fiscal en proceso de deterioro sobre todo en provincias, cuyo déficit consolidado, después de intereses, podría alcanzar un punto porcentual del PBI

Deterioro de la recaudación proveniente de caída en la actividad ,

Dificultad en obtener financiación para el déficit fiscal, incluso para brechas modestas.

Caída global en valor exportado –quizás a niveles del 2007 - con efecto desmultiplicador sobre todo en economías regionales e impacto en la recaudación.

Impacto de la situación macro de Brasil, donde se espera una caída del producto –pese al discurso oficial- y un deterioro de la situación fiscal en niveles proporcionalmente similares a los de la Argentina (déficit fiscal en el orden de-1% del PBI)

Incremento en niveles de pobreza, sobre todo en el interior

Como consecuencia, incremento en la conflictividad social.

Deterioro de la calidad de gasto publico provincial con aumento de demandas para emergencia social.

Amenazas sobre la estabilidad de mercado cambiario ante la eventual percepción de ausencia de control político del conflicto social, no confiabilidad en la calidad y previsibilidad de la gestión gubernamental, y propensión habitual de refugio del ahorro local en activos extranjeros,

Caída en los depósitos en moneda local.

Alto nivel de filtraciones en la inversión publica que deteriora su capacidad de pleno impacto sobre el nivel de actividad económica.

No confiabilidad de las estadísticas públicas que dificultan capacidad de monitoreo para agentes públicos y privados tanto locales como extranjeros.

Poca credibilidad general en la información gubernamental y de buena parte de los medios y agentes e instituciones privadas. Alto nivel de parcialidad fundado en intereses sectoriales y políticos u otros.

Ausencia previa de construcción de fondos o instrumentos anticíclicos.


b) estructurales

Alto nivel de participación de la banca pública en sistema financiero que redunda en altos niveles de ineficiencia en la gestión del crédito.

Alto nivel de spread y gestión no pro-producción de la banca privada.
Baja productividad del gasto público, acentuada por la alta corrupción.

Ineficiencia del aparato del Estado en el soporte a la actividad económica.

Fuerte lucro cesante en obra pública por falta de transparencia, incumplimiento de plazos y gestión ineficiente.

Baja coordinación de la inversión publica que también reduce los efectos multiplicadores esperables a corto plazo sobre la actividad económica y a largo plazo sobre la disponibilidad de infraestructura productiva y social apta.

La crisis internacional encuentra a la economía argentina en una situación de fortaleza relativa respecto a los episodios de principios de siglo. Sin embargo es preocupante la ausencia de acuerdos básicos – todo lo contrario- entre las autoridades, la oposición política y amplios sectores del quehacer económico. A una gestión gubernamental caracterizada por un alto nivel de improvisación y de déficit de gestión se enfrentan propuestas poco consistentes en términos de generación y aplicación de recursos o directamente la falta de ellas, suplantadas por apoyos acríticos a demandas sectoriales independientemente de su coincidencia o no con el interés común, frente a un escenario internacional extremadamente inquietante. En ambos casos existe poca preocupación por la formulación de estrategias convocantes y que estén apoyadas en la evaluación del impacto de la crisis para el conjunto de la sociedad y no para alguna de sus partes. Tal la mayor debilidad con que la sociedad argentina enfrenta el que probablemente sea el mayor desafío para el país desde comienzos de este siglo.


Colaboración de FPP